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El cambio climático amenaza a la seguridad alimentaria en Centroamérica

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El cambio climático se ha convertido en una amenaza directa para la seguridad alimentaria en el sur de México y Centroamérica, según el informe “Panorama Regional de Seguridad Alimentaria y la Nutrición 2024”. El documento, elaborado por agencias de la ONU, destaca que el 74% de los países de América Latina enfrentan alta exposición a fenómenos climáticos extremos, como sequías, tormentas e inundaciones, que afectan gravemente los sistemas agrícolas y alimentarios.

Catorce países de América Latina y el Caribe cumplen al menos uno de los criterios de vulnerabilidad climática. Entre ellos, destacan economías donde más del 60% de la población depende de actividades sensibles al clima, cultivos básicos altamente afectados por variaciones de temperatura y precipitaciones, o un aumento significativo del hambre durante periodos de sequía severa.

Uno de los casos más preocupantes es el del Corredor Seco de Centroamérica, una región que se extiende desde el sur de México hasta Panamá e incluye partes de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Más de un millón de familias en esta zona dependen de la agricultura para su sustento. En 2019, los gobiernos locales reportaron que 2.2 millones de personas sufrieron pérdidas en sus cosechas debido a la sequía, situación que agravó la inseguridad alimentaria en la región.

Cultivos afectados por el cambio climático

Las proyecciones para el futuro son desalentadoras. Aún bajo un escenario climático optimista, los rendimientos de cultivos como el maíz y el frijol podrían disminuir hasta un 20% para finales de siglo. La limitada capacidad de los países del Corredor Seco para adaptarse a estos cambios amenaza con empeorar la pobreza y la desigualdad, incrementando la migración como una consecuencia inevitable.

América Latina y el Caribe es la segunda región más vulnerable a eventos climáticos extremos en el mundo, después de Asia. Estos fenómenos, cada vez más frecuentes e intensos, no solo reducen la productividad agrícola, sino que también encarecen los alimentos y dificultan el acceso a dietas saludables, especialmente para las poblaciones más pobres.

Aunque en 2023 se registró una reducción en el número de personas afectadas por el hambre, pasando de 43.9 a 41 millones, el informe subraya que este avance es insuficiente si no se enfrentan las causas estructurales de la inseguridad alimentaria. Para garantizar un futuro sostenible, es crucial fortalecer los sistemas agroalimentarios, haciéndolos más inclusivos, resilientes y capaces de adaptarse a los desafíos del cambio climático, según el reporte.