José Mujica, expresidente de Uruguay y figura icónica de la izquierda latinoamericana, falleció este martes a los 89 años, dejando un legado político y económico que traspasó las fronteras de su pequeño país. Exguerrillero tupamaro, preso político durante 15 años y posteriormente jefe de Estado entre 2010 y 2015, Mujica se convirtió en un referente mundial por su austero estilo de vida, sus reformas progresistas y su discurso frontal contra el poder económico concentrado.
Su gobierno marcó un hito en América Latina al legalizar el matrimonio igualitario, el aborto y la marihuana, políticas que colocaron a Uruguay en la vanguardia de los derechos civiles. Pero Mujica también fue un político pragmático, que apostó por el equilibrio macroeconómico y el fortalecimiento de la producción agrícola, base histórica de la economía uruguaya.
Bajo su mandato, el país logró estabilidad fiscal, aumentó su inversión extranjera y mantuvo un crecimiento sostenido, aún en medio de turbulencias regionales.
La postura de Pepe Mujica
“No podemos pretender estar de acuerdo en todo”, solía decir Mujica, quien pese a su pasado radical, cultivó el diálogo con sectores de centro y derecha. Su estilo de liderazgo, alejado del boato presidencial y centrado en el contacto directo con la ciudadanía, lo distinguió de otros líderes de la región. Mantuvo su residencia en una pequeña chacra en las afueras de Montevideo, desde donde seguía opinando sobre los desafíos económicos del continente, como la desigualdad, la concentración de la riqueza y la expansión del narcotráfico.
Su muerte ha sido lamentada por líderes de toda América Latina. La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, lo calificó como “un ejemplo para el mundo entero por su sabiduría y sencillez”. Para muchos, Mujica encarnó una forma de hacer política más humana, ética y coherente, en una época marcada por el descrédito institucional.
Incluso tras dejar el poder, siguió influyendo en la política uruguaya, respaldando a figuras como el actual presidente Yamandú Orsi. Su voz crítica, especialmente contra el poder económico desregulado, sigue resonando: “El mundo está gobernado por viejos que olvidaron cómo eran de jóvenes”, dijo en 2024. Hoy, ese viejo rebelde es recordado no solo por lo que cambió, sino por lo que inspiró.