Reuters.- Con la muerte del papa Francisco, anunciada por el Vaticano el lunes, los católicos romanos de todo el mundo empezarán a especular sobre quién de entre los cardenales de túnica roja le sucederá.
Dada la naturaleza de los nombramientos cardenalicios que Francisco hizo durante su papado, inevitablemente habrá cierta expectativa de que el sucesor del pontífice argentino sea otro no europeo y que, como Francisco, podría ser otro progresista, opuesto al ala conservadora de la Iglesia.
Sin embargo, el proceso de elección que tendrá lugar una vez que Francisco sea enterrado es muy secreto y no habrá nada seguro hasta que el humo blanco que sale de la chimenea de la Capilla Sixtina comunique al mundo que se ha elegido un nuevo papa.
Los cardenales son los colaboradores más cercanos del pontífice y dirigen departamentos clave en el Vaticano y en las diócesis de todo el mundo. Cuando un papa muere o dimite, los cardenales menores de 80 años pueden participar en un cónclave secreto para elegir entre ellos al nuevo jefe de la Iglesia católica romana, que cuenta con casi 1,400 millones de miembros.
La compleja votación revelará si los cardenales actuales, la mayoría de ellos puestos allí por Francisco, creen que su adopción de valores sociales liberales y su agenda de reformas progresistas han ido demasiado lejos y si es necesario un período de repliegue. Los cardenales fijarán la fecha de inicio del cónclave cuando empiecen a llegar a Roma en los próximos días.
Solo un papa puede nombrar cardenales y el tipo de hombres que elija puede dejar su impronta en la Iglesia mucho después de su reinado, por su condición de altos clérigos y porque uno de ellos puede acabar siendo pontífice.
El 21 de abril había un total de 252 cardenales, 135 de ellos cardenales electores menores de 80 años. 109 de los electores fueron nombrados por Francisco, 22 por su predecesor Benedicto y cinco por Juan Pablo II.
Los cardenales son “creados” en ceremonias denominadas consistorios, en las que se les entrega su anillo, una birreta roja —un birrete cuadrado— y prometen lealtad al papa, aunque ello implique derramar sangre o sacrificar sus vidas, como significa el color rojo.
El papa Francisco ha celebrado 10 consistorios y, con cada uno de ellos, ha aumentado las posibilidades de que su sucesor sea otro no europeo, después de haber reforzado la Iglesia en lugares donde es una pequeña minoría o donde está creciendo más rápido que en Occidente, en su mayoría estancada.
Durante muchos siglos, la mayoría de los cardenales fueron italianos, excepto durante el periodo en que el papado tuvo su sede en Aviñón, entre 1309 y 1377, cuando muchos eran franceses. La internacionalización del Colegio Cardenalicio comenzó en serio con Pablo VI (1963-1978). Juan Pablo II (1978-2005), polaco, fue el primer papa no italiano en 455 años.
Aunque Europa sigue teniendo la mayor proporción de cardenales electores, con cerca del 39%, ha descendido, ya que en 2013 era un 52%. Ese fue el año en que Francisco se convirtió en el primer papa latinoamericano. El segundo grupo más numeroso de electores procede de Asia y Oceanía, con cerca del 20%.
Los nombramientos del papa Francisco
Francisco nombró a más de 20 cardenales de países que nunca antes habían tenido un cardenal, casi todos de países en desarrollo como Ruanda, Cabo Verde, Tonga, Myanmar, Mongolia y Sudán del Sur, o países con muy pocos católicos como Suecia.
En algunos casos pasó por alto repetidamente vacantes en grandes ciudades europeas que tradicionalmente tenían cardenales, para subrayar que la Iglesia no podía ser tan eurocéntrica.
En otros lugares, como Estados Unidos, pasó por alto diócesis como Los Ángeles y San Francisco, al parecer porque tenían arzobispos conservadores.
Robert McElroy, arzobispo de Washington desde marzo, es visto como un aliado progresista y abierto del enfoque pastoral de Francisco en cuestiones sociales, como la protección del medio ambiente y un enfoque más acogedor hacia los católicos LGBTQ+.
El legado de un papa
Cuantos más cardenales nombre un papa durante su reinado, mayor será también la posibilidad de que su sucesor sea alguien con puntos de vista similares sobre la Iglesia y las cuestiones sociales.
Sin embargo, no siempre es así, ya que los cardenales pueden elegir a una persona teológicamente distante de su predecesor, pero considerada el mejor candidato por razones internas de la Iglesia o por los tiempos históricos en los que se produce la elección.
El papa Benedicto fue elegido para suceder a Juan Pablo II en parte porque Benedicto había trabajado con Juan Pablo durante dos décadas y los cardenales querían continuidad.
Sin embargo, muchos de los mismos cardenales consideraron que era necesario alguien ajeno a los círculos de poder para suceder a Benedicto, que dimitió en 2013, después de que el escándalo “Vatileaks” sacara a la luz una administración central disfuncional, en gran parte supervisada por prelados italianos.
Al mismo tiempo, muchos cardenales pensaban claramente que el futuro del catolicismo estaba más allá de la envejecida Europa, por lo que eligieron al argentino Jorge Mario Bergoglio como pontífice, el primer papa no europeo en casi 13 siglos.
Aunque los cardenales que han cumplido 80 años no pueden participar en el cónclave, sí pueden influir en su resultado. Se les permite asistir a reuniones conocidas como Congregaciones Generales, que se celebran en los días previos al inicio del cónclave y en las que se perfila el perfil de las cualidades necesarias para el próximo papa.