Apple tiene previsto trasladar a India el ensamblaje de todos los iPhone destinados al mercado estadounidense a partir del próximo año, según informó el Financial Times citando a fuentes cercanas a la compañía. La decisión marca un giro significativo en la estrategia de manufactura del gigante tecnológico, históricamente centrada en China, y responde a crecientes tensiones geopolíticas y comerciales entre Estados Unidos y el país asiático.
El movimiento se produce en un contexto de creciente presión sobre las cadenas de suministro globales, intensificada por la guerra comercial impulsada por los nuevos aranceles impuestos por el expresidente Donald Trump, cuyas políticas han sido retomadas parcialmente por la actual administración. Los aranceles han encarecido la producción en China, obligando a Apple a replantearse su dependencia de ese país, especialmente para productos clave como el iPhone.
India se perfila como una alternativa estratégica atractiva. En los últimos años, el país ha fortalecido su infraestructura tecnológica, ha ofrecido incentivos fiscales a grandes fabricantes y ha buscado posicionarse como un nuevo centro global de manufactura. Apple ya cuenta con una presencia creciente en India, donde ha comenzado a ensamblar ciertos modelos de iPhone desde hace algunos años a través de proveedores como Foxconn y Pegatron.
Apple, entre China y Estados Unidos
El traslado del ensamblaje de todos los iPhone vendidos en Estados Unidos representa un paso más en la diversificación de la cadena de suministro de Apple. También envía una señal clara al mercado sobre la intención de la empresa de reducir riesgos derivados de su dependencia de China, en un momento en que las relaciones entre Pekín y Washington siguen siendo volátiles.
Además de responder a factores económicos y políticos, la medida podría reforzar la estrategia de Apple de adaptarse a normativas más estrictas en cuanto a transparencia de producción y sostenibilidad, algo que gana relevancia entre consumidores y legisladores en Estados Unidos.
Aunque el cambio no implica por ahora el abandono total de la producción en China, sí representa una transformación estructural que podría influir en otros actores del sector tecnológico. La medida podría sentar un precedente para que otras grandes empresas reconsideren sus cadenas de suministro globales, especialmente en un mundo cada vez más marcado por tensiones comerciales, regulaciones locales y desafíos logísticos.