Actualmente, el agua, elemento esencial para la vida y el desarrollo sostenible, se encuentra en el centro de una crisis global. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), 2,200 millones de personas carecen de acceso a servicios de agua potable gestionados de forma segura; mientras que 4,200 millones no tienen saneamiento adecuado.
De hecho, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) consideran que es fundamental valorar el recurso y sobre todo la importancia de entender el valor real del líquido vital.
¿Qué causó la crisis del agua?
Cabe señalar que las causas de la crisis hídrica son multifactoriales. Para llegar el punto en el que nos encontramos han intervenido tanto la naturaleza, como el ser humano. Algunas de estas causas son:
Cambio Climático: Alterar los patrones de precipitación y aumentar la frecuencia de eventos climáticos extremos puede provocar sequías prolongadas en algunas regiones, reduciendo la disponibilidad de agua dulce.
De igual manera, puede causar inundaciones repentinas que contaminan las fuentes de agua potable. Ello sin mencionar el aumento de las temperaturas evapora más agua de ríos y lagos, disminuyendo aún más los suministros de agua.
Sobreexplotación: Agota las reservas subterráneas y superficiales de agua más rápidamente de lo que pueden reponerse. El uso intensivo de este líquido para la agricultura, la industria y el consumo doméstico reduce la disponibilidad del recurso para otros usos. Provoca la disminución de los niveles de agua en ríos, lagos y acuíferos.
Contaminación: Introducir sustancias nocivas en las fuentes de agua dulce, reduce su calidad y disponibilidad para el consumo humano, la agricultura y la industria.
Desarrollo económico: Aumenta la demanda de recursos hídricos para la agricultura, la industria y el consumo doméstico. A medida que las economías crecen, también lo hace la necesidad de agua para la producción de alimentos, bienes y servicios.
De igual manera, el crecimiento económico puede llevar a la sobreexplotación de fuentes de recurso hídrico y a una mayor contaminación debido a las actividades industriales y agrícolas. Además, la expansión urbana puede reducir la capacidad de recarga de los acuíferos y aumentar la presión sobre las infraestructuras de suministro de agua.
• Infraestructura inadecuada: No proporciona los medios necesarios para captar, tratar, distribuir y reciclar el líquido de manera eficiente. Esto incluye sistemas de tratamiento de aguas residuales insuficientes, redes de distribución con fugas y falta de instalaciones para la recolección y almacenamiento de lluvia.
Debido a ello, se desperdicia una cantidad significativa de agua y se limita el acceso al agua potable, especialmente en áreas urbanas y en comunidades rurales con recursos limitados.
En conclusión, es crucial invertir en infraestructura y políticas para abordar esta crisis y garantizar un futuro sostenible. De acuerdo con la OMS, cada dólar invertido en mejorar el saneamiento del recurso se traduce en un beneficio económico de 5.50 dólares.
Este retorno de inversión beneficia sobre todo a niños pobres y a las comunidades que más lo necesitan.