Reuters.- Cuando Carlos Eduardo Muzy alquiló por primera vez su apartamento junto a la playa de Río de Janeiro en Airbnb en 2019, solo quería algo de dinero extra. Lo que consiguió fue una carrera gestionando unas 100 propiedades, y un asiento de primera fila para ver cómo la plataforma tecnológica está transformando uno de los destinos turísticos más famosos de Sudamérica.
En el barrio de Ipanema, en Río de Janeiro, ahora hay un anuncio de Airbnb por cada siete casas, mostró un análisis de Reuters de datos de Airbnb recopilados por la firma de análisis AirDNA.
Desde 2019, el vecindario frente al mar que se hizo famoso por el clásico de la bossa nova “Garota de Ipanema” ha experimentado un aumento del 24% en los listados, en línea con la vecina Copacabana.
Esta oleada ha cambiado el panorama de los alquileres en Río de Janeiro, provocando tensiones en las asociaciones de vecinos, generando una nueva competencia para los hoteles y creando empresarios como Muzy, que cobra a los propietarios de apartamentos entre un 20% y un 30% por gestionar sus alquileres de corta duración.
Como muchos, Muzy empezó alquilando su propio apartamento en Copacabana, pero vio una oportunidad cuando sus vecinos le pidieron que gestionara también los suyos. Su empresa de gestión de alquileres SuhcasaCopacabana emplea a 17 personas y ha acumulado unos 5 millones de reales (916.136,83 dólares) en reservas en los últimos 12 meses. “Básicamente duplicamos nuestro tamaño cada año”, dice sobre el número de anuncios que gestiona su empresa.
Muzy realiza reservas a través de plataformas de alquiler a corto plazo como Airbnb, pero también ha creado su propio sitio web y ha abierto una tienda en Copacabana para ofrecer servicios similares a los de un hotel, como guardar las maletas antes de registrarse.
Las empresas de gestión de alquileres como Suhcasa suelen contratar equipos para limpiar las casas, lavar la ropa de cama, decorar y fotografiar las propiedades, y a veces incluso cubren los costos de reparaciones menores, que se descuentan de los futuros ingresos por alquiler, según explicaron los propietarios a Reuters.
El mercado emergente no está exento de tensiones en Río, que se hacen eco de los problemas en otras ciudades donde Airbnb se ha afianzado.
En Ciudad de México, otro destino latinoamericano de moda para turistas y “nómadas digitales” que trabajan a distancia, los residentes se han quejado de que la plataforma eleva los costos de los alquileres, lo que ha llevado al Gobierno a endurecer las normas para los alquileres a corto plazo.
Los expertos afirman que puede ser cuestión de tiempo que las autoridades de Río de Janeiro tomen medidas, como ya han hecho en Nueva York, Los Ángeles y Montreal.
“En Brasil, estas cosas tardan un poco más en suceder”, afirma Leonardo Schneider, vicepresidente de Secovi-Rio, una asociación del sector inmobiliario. “Pero no me cabe duda de que el Estado intervendrá”.
Las restricciones legales a los alquileres de corta duración son una posibilidad, pero Schneider dijo que cree que las autoridades querrán gravar a las empresas de gestión de alquileres que ahora compiten con los hoteles.
El impacto de servicios como Airbnb
Airbnb se toma muy en serio la preocupación por el alojamiento y está dispuesta a colaborar con los gobiernos para establecer buenas políticas, compartir buenas prácticas y asociarse para contribuir al turismo, dijo la firma en un comunicado.
El auge de los alquileres a corto plazo empezó a hacer mella en el mercado inmobiliario de Río de Janeiro hace unos años, según Schneider, lo que dificultó la búsqueda de alquileres a largo plazo en los barrios más turísticos y complicó la vida a los administradores de edificios.
Horacio Magalhaes, presidente de la Sociedad de Amigos de Copacabana, una asociación de vecinos, llegó a convocar una reunión entre administradores y un bufete de abogados local para explicar cuestiones legales relacionadas con los alquileres a corto plazo.
Según Magalhaes, las preocupaciones de los administradores iban desde molestias como turistas de fiesta en días laborables hasta facturas de servicios más elevadas y problemas de seguridad en el acceso a los edificios.
Mientras que algunos administradores de edificios buscaban formas de prohibir los alquileres de corta duración, la mayoría no querían ponerles freno por miedo a molestar a los propietarios que han llegado a depender de esos ingresos.
“Sólo buscaban orientación sobre cómo establecer normas”, explica Magalhaes. “Lo difícil es encontrar un equilibrio”.